En un lugar olvidado de Mesopotamia, hace muchos, muchos años, unos hombres, que la historia conocería más tarde como escribas,
tallaron unas marcas en unos modestos bloques de arcilla: “Aquí había 10 cabras”, pudo descifrarse siglos después.
De esta manera tan sencilla empezó hace 6.000 años la historia de la
lectura, de la
mano de un remoto pastor que anotó la compra y venta de su rebaño.
Los primeros que leyeron con
avidez fueron los griegos, aunque fuesen sus esclavos quienes narraban en voz
alta los textos a sus amos.
El códice,
fue una invención pagana. Julio César fue
el primero que plegó un rollo en páginas, como un cuaderno, para enviar
instrucciones a sus tropas. Los primeros cristianos adoptaron el formato códice
porque podían llevar escondidos entre las ropas los textos
prohibidos por Roma. Fueron
los romanos quienes acuñaron el “nulla dies sine linea” (ni un día sin [leer]
una línea).
En la Edad
Media, los juglares recitaban o cantaban sus versos. En tiempos
de San Benito se consideraba que escuchar la lectura era un ejercicio
espiritual. Así la lectura se volvió una
actividad silenciosa y personal. Más tarde, los padres leían a sus hijos, los criados a
sus señores… El posadero de Don Quijote cuenta cómo, en
época de siega, algún labrador que sabía leer lo hacía en voz alta para los
segadores, “escuchando con tanto gusto que nos quita mil canas”.
A mediados del
siglo XV se produce un descubrimiento tan importante para la lectura
como el de América para la historia universal. En 1455, un joven grabador, Johannes Gutenberg, comprendió que podía
ganarse mucho en velocidad y eficacia si las letras del alfabeto se tallaban en
forma de tipos reutilizables en lugar de los bloques de madera que se usaban
para imprimir ilustraciones. Gutenberg inventó la imprenta
y produjo una Biblia con 42 líneas en cada página,
el primer libro impreso con tipos.
Así, por
primera vez desde la invención de la escritura, se podían producir libros de
forma rápida y en grandes cantidades. Cientos de lectores podrían tener
ejemplares idénticos del mismo libro. Increíble, ¿no?
Bueno, pues ya sabéis cómo surgió la lectura y lo importante
que es leer. Siempre hay una buena razón para hacerlo. Aquí os dejo, nada más y
nada menos que 22 razones…
¿Cuál es la tuya?
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